15 de julio de 2013
Era nuestro cuarto y último día en Bélgica. Los días anteriores habíamos estado en Bruselas, Brujas y Lovaina,
y puesto que esa tarde cogíamos el avión en Charleroi decidimos no
desplazarnos a ninguna otra ciudad y ver lo que nos quedaba en la capital. Como el primer día
nos habíamos limitado a ir a todas partes caminando porque todo quedaba
relativamente cerca, aquel día decidimos visitar los puntos más alejados.
Después de desayunar nos pusimos en marcha y cogimos el metro para ir a
ver otro de los monumentos más representativos de Bruselas: el Atomium, el símbolo de la Exposición Universal de Bruselas de 1958. Este representa el elemento químico del hierro y está formado por nueve
esferas (nueve átomos) que albergan un restaurante y diversas
exposiciones. Nosotros nos conformamos con verlo por fuera, ya que ese
día teníamos un tiempo muy limitado y no teníamos mucho interés en
visitar el interior.
Después de rodearlo y de verlo desde todas las perspectivas posibles, decidimos acercarnos hasta el Pabellón Chino, el Museo de Arte Japonés y la Torre Japonesa,
algo que tenía muchas ganas de ver desde la primera vez que pisé
Bruselas (¡a la tercera va la vencida!). Tardamos entre 20 y 30 minutos
en llegar caminando y nos impresionaron muchísimo al verlos, era como
estar en otro lugar.
Alrededor de las 14:00 h cogimos el metro dirección al Parc du Cinquantenaire, una de las pocas cosas que nos quedaban por visitar, y al llegar nos lo encontramos llenísimo de gente: unos haciendo pícnics, otros jugando a fútbol,
otros leyendo tumbados al sol, y hasta algunas chicas tomando el sol en bikini. La verdad
es que aquel día hacía muchísimo calor, era un día de verano
propiamente dicho. Para visitar el parque entramos por la parte oeste (la entrada más cercana a la parada de metro Schuman) y recorrimos sus jardines hasta cruzar el Arco del Triunfo.
Dos horas después estábamos de vuelta en el centro. Debíamos encontrar un
sitio para comer y en esta ocasión no tardamos nada en decidir: fuimos a
Marché aux Fromages, una calle que descubrimos por casualidad el día
anterior cerca de la Grand Place en la que hay muchos restaurantes de
origen griego, y nos sentamos en una de las terrazas.
Después de comernos un buen gyros, nos fuimos a buscar el postre a otra
parte. Llevábamos todo el viaje con antojo de unas fresas con chocolate
blanco de Leonidas, así que no desaprovechamos nuestra última
oportunidad y no tardamos en dar buena cuenta de ellas :P
Sin perder más tiempo, volvimos al hotel a recoger las
maletas y nos dirigimos hacia el aeropuerto de Charleroi, desde donde
salía nuestro avión a las 20:15 h. Nuestras minivacaciones se habían
acabado demasiado pronto, pero las habíamos disfrutado al máximo :)
SIGUIENTE DESTINO:
IT'S LONDON, BABY!
(PRÓXIMAMENTE...)
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