BÉLGICA. Día 3 (I). Lovaina: una grata sorpresa.


14 de julio de 2013 (mañana)

El tercer día nos levantamos tempranito de nuevo, y es que nuevo día, nueva ciudad. Después de desayunar nos dirigimos caminando hacia la estación central y una vez allí cogimos el primer tren que salía con destino Lieja.

¿Lieja? Pero ¿esta entrada no iba de Lovaina?




Sí, pero hubo un cambio de planes en el último segundo. Como ya os he dicho alguna vez esta era mi tercera visita a Bélgica y la primera de Javi, así que lo único que le pedí era ver un sitio nuevo. Bruselas íbamos a verla sí o sí y Brujas es visita obligada para todos los que viajan a Bélgica por primera vez, y como siempre me he dedicado más a explorar Flandes me apetecía descubrir alguna ciudad valona, ya que solo conocía Dinant. Así pues, por algún motivo nos decantamos por Lieja.

Nada más sentarnos en el tren saqué la guía de viajes dispuesta a leer qué podíamos ver y hacer en Lieja, y los ojos se me fueron directos a una frase que había subrayado dos años atrás:

«Pese a su fama, es de los lugares menos atractivos del país».

No sé si esto es cierto o no, pero la verdad es que al leer esto me desanimé. Hacía un día buenísimo y teníamos muchas ganas de ver sitios bonitos, así que comenzamos a debatir qué hacer. Una de las primeras paradas del tren era Lovaina, pero ¿qué sabía yo de Lovaina? Que era una ciudad universitaria y que varias personas me habían hablado muy bien de ella. Después de hablarlo teníamos un plan A y un plan B. Plan A: si no pasaba el revisor, bajaríamos en Lovaina sin apuntar en el Go Pass nuestro destino y después de ver la ciudad cogeríamos otro tren hacia Lieja. ¡2x1! Plan B: si pasaba el revisor, bajaríamos en Lovaina de todos modos y nuestra gamberrada quedaría en el intento. La suerte estaba echada. Y casi casi lo conseguimos... pero el revisor pasó en el último momento.

Nos bajamos del tren sin saber muy bien tampoco qué nos íbamos a encontrar, pero acabó siendo una de las mejores decisiones del viaje. Yo soy de planificarlo todo hasta el último detalle, soy así de maniática cuadriculada organizada, pero reconozco que cuando viajas muchas veces terminas disfrutando más si te dejas llevar :)

De camino al centro de la ciudad nos lo encontramos todo cerrado. Claro, era domingo... Y Lovaina es conocida por ser una ciudad universitaria, así que domingo y en verano... Imaginaos el panorama. Sin embargo, precisamente por ser domingo y verano había muchísima gente por la calle, sentados en las terrazas, comiendo o tomándose una cervecita... No vimos el ambiente universitario, pero sí vimos el ambiente de un fin de semana cualquiera con sus habitantes de todo el año.

La Grote Markt nos encantó. Es uno de los lugares más antiguos e históricos de Lovaina (data del siglo XIV, momento en que se fundó la universidad) y estaba llena de vida como veis en la foto que hay aquí al ladito. Allí se encuentra el Ayuntamiento (Stadhuis), el cual nos pareció precioso y muy llamativo. Este se construyó a mediados del siglo XV siguiendo el estilo gótico tardío brabantino.


Justo delante del Ayuntamiento veréis la Iglesia de San Pedro (Sint-Pieterskerk), la cual data también del siglo XV.


El resto de la mañana continuamos paseando, disfrutando de esta pequeña ciudad tan representativa de Flandes. Entramos a un lugar del cual no apunté el nombre y obviamente ahora ya no lo recuerdo... Pero fue lo único que encontramos abierto en toda la ciudad.


Como ya no nos quedaba nada más por ver y no dejábamos de pasar por las mismas calles, fuimos a comer a un Quick, una cadena de hamburgueserías. Íbamos en plan low-cost, pero la verdad es que comimos bastante bien. Cuando terminamos nos despedimos de Lovaina, una ciudad encantadora que nos había causado muy buena impresión, y cogimos el tren de vuelta a Bruselas.

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