BÉLGICA. Día 1. Bruselas: una visita exprés a la ciudad.


12 de julio de 2013

A las 7:20 h salía nuestro avión desde el aeropuerto de El Prat con destino Bruselas Charleroi. Volamos con Ryanair, por lo que llegamos puntuales a nuestro destino (aproximadamente dos horas más tarde), y nada más bajar del avión sentimos el frío belga: veníamos de un julio caluroso en casa y de repente nos encontrábamos a 13ºC.

Al salir del aeropuerto cogimos un autobús que nos llevó a la estación de tren de la ciudad. Allí compramos el Go Pass 10, y una hora después llegamos a Bruselas. Cogimos el metro y lo primero que hicimos fue ir al hotel, que estaba muy bien situado.





Tras dejar el equipaje salimos a buscar un sitio en los alrededores para comer. Todos los restaurantes nos resultaban caros, ya que cualquier menú valía entre 15 y 20 € y nuestro presupuesto no era para tirar cohetes, pero después de dar un montón de vueltas por la zona POR FIN encontramos una sandwichería llamada Thérèse et Dominique (Rue Dejoncker, 23) donde por unos 5 € hacían unos bocadillos riquísimos y supercompletos. Nos sentamos a comérnoslos en un parque cercano, y al terminar nos pusimos en marcha y empezamos a explorar la capital belga.

NUESTRO ITINERARIO

Itinerario por Bruselas

Para empezar, nos acercamos andando a los lugares importantes que estaban más próximos al hotel. Nuestra primera parada fue el Palacio de Justicia, sede de los tribunales de justicia de Bélgica (en restauración en ese momento), y, a continuación, fuimos hasta el mirador desde donde a lo lejos puede verse la Basílica del Sagrado Corazón.

Seguimos caminando un poquito más y llegamos a uno de mis lugares favoritos de Bruselas: el Sablon. Primero entramos a la iglesia —Notre Dame du Sablon—, un templo de estilo gótico cuyo interior, a pesar de su sencillez, es precioso, y a continuación nos acercamos al jardincito del Petit Sablon, que queda justo delante.


Al cabo de un rato proseguimos nuestro camino por la Rue de la Régence, la puerta de entrada al barrio de los museos de Bruselas, y aunque nuestra intención era ir directamente al Parc de Bruxelles, estaba cortado y costaba llegar hasta allí. Por ello, nos lo saltamos y nos acercamos directamente al Palais Royal, sede de la monarquía belga aunque no residencia real desde 1831. Aquí se encuentran las oficinas de los reyes, las salas de reuniones oficiales y las habitaciones para los jefes de estado invitados.


A continuación bajamos por Montagne de la Cour, una calle donde pueden admirarse edificios preciosos (como el Museo de Instrumentos Musicales, muy representativo del Art Nouveau) y por la que se llega al Jardin du Mont des Arts.


Seguimos bajando hasta el centro y un poquito más adelante la encontramos por fin: la Grand Place, símbolo por excelencia de Bruselas :) A mucha gente no le gusta porque le parece gris, pero yo me enamoré de Bruselas nada más pisar esta plaza. Iba arrastrando la maleta y, literalmente, me la encontré camino del apartamento donde me alojaba, y los edificios refulgían con la luz del sol. Hay dos edificios que destacan sobre los demás —el Ayuntamiento y la Maison du Roi—, pero miréis donde miréis encontraréis cosas que os llamarán la atención. Una cosa os digo: estas fotos no le hacen justicia, tendréis que creer en mi palabra :)


Se acercaba la hora de la cena y decidimos empezar a buscar un restaurante. Nos dirigimos hacia las Galeries Royales Saint-Hubert y nos adentramos en la calle que cruza las galerías: la Rue des Bouchers, una calle muy animada en la que encontraréis un montón de restaurantes con menús a unos 12 €. Es una zona que recuerda mucho al Barrio Latino de París, ya que en la puerta de tooodos los restaurantes —más y menos económicos— hay un camarero que intenta convencerte de que te quedes a comer/cenar, y los tíos dominan todos los idiomas, nos calan casi enseguida (casi porque lo primero que piensan es que somos italianos). Por los que hemos probado no se come ni mal ni superbién, se podría considerar que son correctos porque ofrecen entrante, primer plato, postre y bebida, aunque la comida nunca es muy abundante.

Después de cenar fuimos a la Rue de l'Etuve para ver al Manneken Pis. ¿Quién no ha visto alguna vez, aunque sea en foto, a este niño meón? Pues bien, las fotos engañan, y es que este pequeñín mide tan solo 61 centímetros de altura. El original fue robado, por lo que el que podemos ver en la actualidad es una copia que data de 1619. Se dice, se comenta que este lo han robado en varias ocasiones (incluso un grupo de amigos en plena borrachera), pero siempre acaba volviendo a su lugar.


¡Más cosas curiosas sobre el Manneken Pis! (¿Quién sabe? Quizá algún día os salga una pregunta de Trivial relacionada y os acordéis de mí ;)) En primer lugar, circulan varias leyendas sobre su origen, aunque quizá la más extendida sea la que cuenta que en el siglo XIV un niño salvó Bruselas al orinar sobre la mecha encendida de los explosivos con los que estaban a punto de destruir la ciudad, y posteriormente hicieron esta escultura en su honor.

En segundo lugar, este niño tiene más de 800 trajes (¡OCHOCIENTOS!). El primero le llegó en 1698 por parte de un gobernador, y a partir de entonces los presidentes del gobierno y otras personalidades que han visitado Bruselas le han ido regalando más y más. De Elvis, de Obélix, de mosquetero, de beefeater... ¡Hasta tiene uno de Agatha Ruiz de la Prada, o de hincha del Athletic, o de bailarín de sardana! Algunos días, si pasáis a verlo, veréis que lo disfrazan. Nosotros tenemos la tradición de acercarnos cada día a ver si le han puesto alguno, y la verdad es que el segundo día tuvimos suerte y lo vimos vestido de arlequín :) Si no, pueden verse algunos expuestos en la Maison du Roi. La verdad es que la visita curiosa es un rato...
Pero no nos engañemos, había una doble intención para acercarnos a esta calle: comernos el primer gofre del viaje :P En esta ocasión, uno recubierto por la deliciosísima crema de Spéculoos (también conocido como mi perdición, ya sea en galletas, crema o helado). Si vais a Bélgica dadle una oportunidad. U os encantará o ni fu ni fa, no hay más, y yo caí en el primer grupo la primera vez y no hay manera de sacarme.

Con ganas de aprovechar al máximo nuestro primer día en Bélgica, volvimos a la Rue des Bouchers para buscar el Impasse de la Fidélité. En este callejón hay dos puntos importantes: en primer lugar, el famosísimo Délirium Café, y en segundo lugar, la Jeanneke Pis. Esta niña haciendo pis en cuclillas es la versión femenina del Manneken Pis, aunque es un poco más pequeñita y bastante más moderna, pues en 1985 el colectivo feminista inició una serie de protestas en las que exigieron que se creara una réplica femenina.
Entramos al bar y, como no podía ser de otro modo, nos pedimos dos Délirium Tremens. En 1998 fue nombrada Mejor Cerveza del Mundo y era casi obligatorio probarla, pero la verdad es que a nosotros no nos gustó demasiado. A lo largo del viaje probamos otras que nos gustaron más, como la Duvel o la Leffe, y en especial esta última, que es la que recomendamos a todo el mundo. El Délirium Café es un bar muy animado: mucha gente joven, buena música, una decoración muy peculiar... Sin duda una visita imprescindible si salís por Bruselas.

¡Y así finalizó nuestro primer día! Como veis, si se aprovecha al máximo en apenas una tarde se puede hacer una visita exprés a la ciudad, pues el centro es bastante pequeñito y las distancias se recorren fácilmente a pie. Sin embargo, Bruselas tiene otros muchos lugares de interés, como el Parlamento Europeo o una amplia oferta de museos, y si se va con tiempo está muy bien incluir alguna de estas visitas en el itinerario. Nosotros no disponíamos de muchos días, yo ya había hecho varias de estas visitas en mi primer viaje a Bélgica e íbamos en plan «vamos a disfrutar de la ciudad», así que este recorrido exprés ya nos fue bien. Eso sí, no podíamos irnos sin ver el Atomium, uno de los símbolos de Bruselas por excelencia, pero eso ya tendría que ser otro día ;)

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