VENECIA. Día 1. Desde Cannaregio hasta San Marco.


12 de diciembre de 2015

A las 7:20 h nos sonó el despertador. Era sábado. ¿Por qué tanta crueldad?, pensé. Hasta que Javi se me acerca y me dice: «¡Nos vamos a Venecia! Feliz aniversario, mi amor», y en ese momento se me quitó toda la pereza :) Lo dejamos todo a punto y salimos hacia el aeropuerto con tiempo, como siempre, y por suerte nos salió todo rodado.




El vuelo salió puntual a las 10:30 h, el avión iba medio vacío y fue de lo más tranquilo, con el solecito entrando por las ventanas y un niño de lo más risueño que se reía a carcajadas con Javi :) Pocos vuelos han sido tan agradables. A las 12:00 h, un poquito antes de lo previsto, aterrizamos en el aeropuerto de Venecia Marco Polo. Nada más entrar vimos que había un mostrador en el que vendían billetes de autobús y vaporetto para llegar hasta el centro de la ciudad, así que nos pusimos a la cola. Decidimos ir a lo fácil, así que compramos directamente el billete de ida y vuelta por lo que pudiera pasar al día siguiente. A pesar de que hay autobuses de línea que conectan el aeropuerto con Venecia, este era de una empresa privada y nos costó 15 euros i/v a cada uno. Eso sí, llegamos a la estación de autobús en solamente 15 minutos y tuvimos la suerte de que nada más salir del aeropuerto había uno a punto de salir.

Tras llegar a la estación cruzamos el puente de Calatrava, caminamos un poquitín y... ¡ya estábamos en el hotel! Estaba en el sestiere de Cannaregio, justo delante del canal, así que no tenía pérdida. Nada más entrar nos quedamos alucinados. No era la primera vez que nos alojábamos en un cuatro estrellas, pero la verdad es que este era  impresionante. Nada más dejar nuestras cosas y acicalarnos un poquito salimos a recorrer la ciudad. Con lo poquito que íbamos a estar, ¡no había tiempo que perder!

Eran las 13:20 h y habíamos desayunado temprano, así que decidimos ir primero a comer por si después lo encontrábamos todo lleno o con la cocina cerrada. Fuimos mirando los restaurantes que nos íbamos encontrando pero todos nos parecían muy turísticos, así que nos decantamos por buscar uno que recomendaban en la guía y que nos había llamado la atención: Trattoria da Marisa. ¿Por qué?, os preguntaréis. Pues porque parecía el típico restaurante al que iban a comer los trabajadores de los alrededores y no tenía carta. No tardamos mucho en encontrarlo, aunque si no hubiéramos ido buscándolo seguramente nos habría pasado desapercibido. Al entrar vimos que el local era pequeñito y que solo quedaban dos mesas libres, por lo que nos alegramos un montón de haber ido directamente a comer. Nada más sentarnos a la mesa se nos acercó la camarera y nos cantó los tres primeros platos entre los que podíamos elegir. Ambos pedimos spaghetti al ragù, y ya con este primer plato yo me quedé más que satisfecha. Cuando terminamos volvió a acercarse la dueña y nos preguntó si queríamos segundo plato. Le dijimos que sí, y después de cantarnos las tres opciones del día elegimos pollo a la plancha con patatas. El pollo, tiernísimo, y las patatas... ¡Qué patatas! Acabamos de comer una hora después y la verdad es que nos quedamos bastante llenos, y todo por 30 € con pan y bebida incluidos. Si vais a Venecia, estáis por el sestiere de Cannaregio y queréis comida sencilla, casera, abundante y no excesivamente cara, aquí seguro que coméis la mar de bien.

Cuando comenzamos a planear el fin de semana decidimos que, a causa del poco tiempo del que disponíamos y de la ocasión tan especial que nos había llevado hasta allí, nos lo tomaríamos con calma. Por eso descartamos las visitas culturales y decidimos pasear por la ciudad y perdernos por sus calles. Con esta premisa en mente salimos del restaurante a las 14:30 h y comenzamos a caminar en dirección a la Piazza San Marco, de manera que callejeamos también por los sestieri de San Polo, Santa Croce y, obviamente, San Marco.


Es fácil ubicarse y saber por dónde ir porque muy a menudo se encuentran señales en las calles que indican por dónde se va al Puente Rialto, a la Piazza San Marco, a la estación de autobús y a la estación de tren. No obstante, es recomendable no ir por las calles en las que se encuentran estos carteles porque siempre están abarrotadas de turistas, sino que es mejor coger por las calles secundarias. Es ahí donde reside la auténtica esencia de Venecia.

Sin darnos cuenta nos encontramos con la Piazza San Marco, la única plaza de la ciudad y una de las más bonitas del mundo, y tuvimos la gran suerte de no encontrarla inundada por culpa del acqua alta.


Justo al lado de la Piazza San Marco se encuentra el Palazzo Ducale (1). Este imponente edificio comenzó siendo un castillo fortificado en el siglo IX, pero posteriormente se utilizó como fortaleza y como prisión. Por ejemplo, aquí estuvo preso Giacomo Casanova, quien logró escapar y huyó por los tejados. Por último, fue sede del Gobierno veneciano durante casi los últimos siete siglos.

Como no podía ser de otro modo, en la plaza también encontramos la Basílica de San Marcos (2). Esto fue lo primero que vimos al llegar. A aquellas horas la luz era PRECIOSA, y la fachada de la basílica literalmente refulgía. Esta empezó a construirse en el 828, en un principio como prolongación del Palazzo Ducale, para albergar el cuerpo de San Marcos traído desde Alejandría.

Por último, cabe destacar el Campanile (3) (una torre de 99 metros de altura desde donde las vistas en un día despejado deben de ser increíbles), que está situado en un lateral de la plaza, y las columnas de San Marco y San Teodoro (4), junto a la entrada de la misma en el Gran Canal.


Aprovechamos para dar un breve paseo junto al canal, pero alrededor de las 16:00 h decidimos volver al hotel porque yo me encontraba fatal y pronto empezaría a anochecer. Fuimos caminando poco a poco y cogiendo calles diferentes de las que habíamos visto a la ida, esta vez pasando por el Puente Rialto (en obras), y llegamos más o menos una hora después.


A las 21:00 h salimos a cenar. Fuimos directamente a un restaurante que nos había llamado la atención al mediodía y que estaba a un corto paseo del hotel: La Bella Pollastrella. No comimos nada mal y fue bastante económico: una pizza, una calzone y bebidas por solamente 24,50 €, y sin servizio ni coperto, que aquí no los cobraban :P Esto es importante, porque en muchos restaurantes cobran un suplemento simplemente por sentarte y por atenderte. Fijaos en el menú porque suelen indicarlo tanto si está incluido como si no, aunque no siempre lo especifican.

Tras un corto paseo de noche por los alrededores del hotel decidimos finalizar el día. Había sido bastante tranquilito, así que al día siguiente intentaríamos aprovechar al máximo las horas de luz hasta que tuviéramos que irnos al aeropuerto.

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